Hoy temió el leño
en el ocaso de su fuego enfriado.
La víspera del placer que ansía
con su victoria atada,
presumiendo certerismo y frente,
la pausa sostenida de unos cuencos.
Llaves fuera de función
entre los rangos de la trashectoria.
Exultante varón
que ha puesto en su balcón
un barco de (n)y/o(h)adas señaladas
por minúsculas armonías.
Secuencias que inhalan
perspectivas alejadas.
Delirantes empeños que atardecen
con un solo de correctas cartas.
Perpetuos en la noción infesta,
cazan sueltos a globos de ilusión.
Y acerca del ejemplar mejorado,
lo señalan y rasguean
en exacto progreso,
lo merecen y lo indagan.
Objetivos, trazan dientes
desde un muelle visceral.
Veres flotantes en relieve
de un absorto inocuo ideal.
La materia de cosecha,
un deshecho entramado
de violetas enraizadas:
portadas de insolentes muecas.
Revestido en el cuadro
por un baile de locas pinturas,
el mártir austral del aura
se hace mito entre sus jaulas.
A un bostezo singular
le pregonan obras de rescate lúdico.
Conos dialogantes,
toboganes licuados,
diagramas de silencios
en plan épico-bélico insidioso.
Proceso de estrato base
en el cetro corporizado.
Íntima veta culposa:
el deseo de engendrar.
El cuento revisitar
ajustado al motivo.
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